Pasan cosas que nos gustan y cosas que no nos gustan, cosas que podemos cambiar y cosas que no. La práctica de Mindfulness es sencillamente el ejercicio de observar con atención todo lo que surge, momento a momento, en nuestra experiencia, con ecuanimidad y sin cambiar nada de ella. Es sencilla, pero no es fácil. Hay cosas que no podemos cambiar, pero lo que sí podemos cambiar es nuestra relación con ellas o, en otras palabras, nuestra actitud.
Que tenga la serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia.
— Oración de la serenidad
Mindfulness es el ingrediente esencial para poder discriminar entre lo que somos capaces de cambiar y lo que no. Nos permite elegir una respuesta más sabia y adecuada.
Las 7 actitudes de Jon Kabat-Zinn
(Basado en el libro “Vivir con plenitud la crisis“)
1. No enjuiciar
Los juicios no son ni más ni menos que pensamientos. Estamos siempre emitiendo juicios – sobre nuestra experiencia, sobre nosotros, sobre los demás – del mismo modo que estamos siempre pensando. Pero, al igual que los pensamientos no son necesariamente hechos, tampoco lo son nuestros juicios. Aunque no se puede “no pensar” ni evitar por completo juzgar, en la práctica de Mindfulness es recomendable tener consciencia de cuando lo estamos haciendo. Los juicios son pensamientos especialmente perniciosos porque nos suelen provocar un tren de pensamientos en busca de una solución para cambiar las cosas a como queramos que sean.
Esto no significa que los juicios sean “malos”. Es importante poder discriminar entre las cosas que nos gustan o nos convienen y las cosas que no. Con una perspectiva más amplia sobre nuestros juicios, desarrollamos una conciencia de nuestras propias reacciones automáticas y una capacidad para elegir una respuesta más adecuada.
En la práctica de Mindfulness, podemos entrar en un bucle de juzgarnos por “estar juzgando”. Si esto ocurre, podemos evitar esta lucha interna simplemente diciéndonos “Ah, aquí está de nuevo el juez interno”. La práctica de Mindfulness en sí no es algo que se pueda hacer ni bien, ni mal; lo único que importa es tener la intención de prestar atención. Incluso puede ayudarnos a cultivar el modo de ser de Mindfulness, olvidarnos que estamos practicando o haciendo algo. Es importante que si notamos pensamientos como “Esto no funciona” o “Esto no se me da bien”, sin criticarnos por habernos distraído, simplemente devolvamos la atención a nuestra experiencia directa en el momento. Cada vez que lo hacemos, estamos fortaleciendo el músculo de la atención.
2. Paciencia
Si un embarazo “tarda” 9 meses, por mucho que la madre desee ver a su bebé, éste no nacerá antes, ni conviene que lo haga. Nuestro propio crecimiento personal también requiere su tiempo y querer que avance de manera más rápida no ayuda a que sea así sino todo lo contrario: es más probable que entremos en un bucle de juicios y frustraciónes.
3. La mente del principiante
Un obstáculo a nuestra práctica de Mindfulness son las expectativas que tenemos sobre cómo nos va a beneficiar. Cuando estamos empezando a crear un nuevo hábito, la motivación es importante, así que es normal creer que nos va a hacer sentir bien. Sin embargo, si consideramos que “hacemos” Mindfulness para conseguir algo y no sucede tal como lo hemos previsto, tendemos a buscar una solución, distrayendo la atención del foco de nuestra experiencia directa.
Obviamente es más fácil tener la mente del principiante si eres un principiante. Si tienes mucha experiencia de meditación o de Mindfulness, es posible que tengas ideas preconcebidas – “yo soy así”, “me suele pasar esto”, “yo lo hago de esta manera”. El “yo” es una narrativa que construimos para darle sentido a un mundo cambiante, pero es sólo una representación de la realidad, no la realidad en sí. A veces, nuestras expectativas ofuscan nuestra percepción del mundo y confundimos la realidad con una que hemos creado.
Por definición, tu experiencia momento a momento es única e inédita: cada momento que vives, lo vives por la primera (y única) vez en ese momento.
4. Confianza
¿Quién sabe mejor que tú cómo te sientes? Hemos de tener confianza en nosotros mismos porque sólo nosotros somos la autoridad sobre nuestra propia experiencia. No existe una determinada manera de sentir ni un gurú que se lo sabe todo. Esto es especialmente importante cuando la práctica nos invita explorar sensaciones, sentimientos o pensamientos incómodos, desagradables o dolorosos. Cualquier experiencia desagradable produce en nosotros una serie de “síntomas” de los que a menudo tendemos a huir o que nos producen rechazo. Mindfulness nos invitar a explorarlas, para conocernos mejor y aprender a gestionar las situaciones difíciles, pero esto sólo puede hacerse a través de la confianza en uno mismo. No invitas a casa tu enemigo a no ser que confíes en que todo va a ir bien. En esta exploración es importante prestar atención a las señales que nos indican que estamos acercándonos a nuestro límite para asegurar no sobrepasarlo, con independencia de nuestro entendimiento de lo que requiere la práctica.
También hablamos de tener confianza en el proceso. A veces nos cuesta prestar atención al momento presente, tal vez porque hay algo que no nos gusta o porque otra cosa nos distrae. Tenemos que confiar en que vamos a ser capaces de atender a lo que haya y que esto nos dará una información que, de otra manera, no tendríamos.
5. No forzar
¡Sé Mindful! ¡Relájate! ¡No pienses en nada! No funciona, ¿verdad? Si intentamos hacer algo, la conclusión inevitable es que hay algo que no está bien ahora: “Debería…“. La mente humana tiene una capacidad asombrosa de solucionar problemas, dividiéndolos en sub-problemas y determinando los pasos a seguir. Pero cuando no existe una solución procedimental, lo único que hacemos es entrar en pensamientos en bucle y alejarnos de nuestro objetivo de prestar atención.
A veces se consigue más con menos. No tienes a dónde ir, ya estás. En vez de intentar practicar Mindfulness, podemos cultivar la intención de practicar Mindfulness.
6. Aceptación
Aceptación no es lo mismo que resignación. No se trata de resignarse, de eludir la responsabilidad que tenemos de controlar aquello que podemos controlar y ser un mero espectador pasivo en nuestra vida. Aceptación se refiere a la serenidad de aceptar todo aquello que no podemos cambiar. La invitación es encontrarnos con nuestra experiencia propia con la mayor apertura posible, sin cambiar nada de ella.
Si no queremos aceptar las cosas como son (y no las podemos cambiar), acabamos gastando mucha energía en una lucha sin sentido, que nos resta fuerza para trabajar en las cosas que sí podemos cambiar. Si ni siquiera queremos saber como son las cosas, tampoco podemos saber realmente cuales de ellas podemos cambiar y cuales no.
7. No apego
Algo que no podemos cambiar es el hecho de que todo cambia. Mindfulness nos invita aceptar con serenidad las cosas negativas que no podemos cambiar, pero lo cierto es que ellas cambian por si mismas, nada dura para siempre.
Lo mismo ocurre con los sensaciones, sentimientos y pensamientos agradables. Si queremos que dure algo placentero más tiempo, también creamos una lucha interna que nos distrae del disfrute puro de la experiencia mientras dura.
La práctica de Mindfulness no tiene como objetivo hacernos sentir mejor o conseguir un estado especial. Nos ayuda a experimentar los acontecimientos de la vida tal como son y a reconocer (y tal vez cambiar) nuestra relación con ellos.
Cambia tu actitud
No es fácil cambiar nuestra actitud. Leer un libro (o un blog como este) no ayuda mucho a cultivar las actitudes de no enjuiciar, de la mente de principiante o de no forzar porque tendemos a crear expectativas sobre lo que nos “debería” pasar e internalizar lo que “deberíamos” hacer. La mejor manera de aprender una actitud es experimentarla a través de un instructor que la encarna. Un instructor puede fomentar la confianza de estar con las experiencias difíciles por cómo él reaccione a ellas: ni negándolas (“No pasa nada”), ni catastrofizándolas (“Uf, eso tiene que ser horrible”), sino aceptándolas con interés y curiosidad, tal como las cuenta el alumno.
Por eso, lo más importante de un instructor de Mindfulness es que practique lo que predica. Parte de la formación de un instructor de Mindfulness requiere participar en retiros en silencio y escribir un diario sobre su propia práctica diaria.
10 comentarios sobre “Lo único que siempre puedes cambiar es tu actitud”