Todos nos hemos olvidado de dónde hemos dejados las llaves, la cartera o el móvil (¡o el coche!) alguna vez. ¿Te resulta familiar la sensación de que, por mucho que lo intentes, no eres capaz de recordar dónde dejaste aquel objeto que llevas un buen rato buscando? Repasamos todos los sitios usuales de manera sistemática, pero en vano. A veces, es justo en el momento en que dejamos de buscar, cuando nos viene a la mente una inspiración de relámpago acerca de su posible ubicación y resulta que allí está.
Buscar de manera sistemática es un ejemplo de activar el “modo hacer“. En la gran mayoría de los casos, funciona de maravilla: por ejemplo, cuando tenemos hambre, buscamos algo de comer en la nevera. De hecho, es una manera tan eficaz de satisfacer nuestras necesidades que acaba siendo nuestra estrategia por defecto para casi todo. Identificamos una necesidad, buscamos algo que la satisfaga, comprobamos que la necesidad se ha reducido y, si no, seguimos buscando. ¿Pero qué pasa cuándo no tenemos tan claro lo que necesitamos o dónde encontrarlo? Buscarías una pareja, una casa, un trabajo, una idea o la felicidad de la misma manera que buscarías tus llaves?
¿Encuentras lo que buscas por causalidad o por casualidad?
Me acuerdo de una vez en que tuve que buscar un taxi de madrugada en Madrid. Sabía que era más probable encontrar uno en la calle principal. Tan empeñado estaba en llegar a esa calle, que no me fijé en un taxi que pasó justo por delante mío, hasta que fue demasiado tarde. Uno de los problemas que tiene la búsqueda sistemática es que empleamos todos nuestros recursos mentales para seguir unos pasos predeterminados, pero en ese proceso, mucho de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor pasa desapercibido.
Puede que tengas una idea muy clara de tu casa ideal y se la expliques a un agente inmobiliario, pero que no te convenza ninguna de las casas que te enseñe. O que salgas con muchas personas de tu “tipo”, pero que no te sientas a gusto con ninguna de ellas. Y ¿si no es posible conocer lo que estás buscando hasta que lo hayas encontrado? En este caso, la mejor estrategia es abrirte a todas las posibilidades y a cómo te hacen sentir, dejando a un lado los prejuicios e ideas preconcebidas. Esto es el modo ser.
El modo ser: algo sencillo pero no fácil
Hay muchas razones por las cuales tendemos a infrautilizar el modo ser. Se puede comparar con un músculo: si no lo usas, se atrofia. El mundo moderno en que vivimos nos impulsa cada vez más a medir, comparar y planificar y acabamos activando el modo hacer mucho más a menudo que el modo ser. Por este motivo, es conveniente hacer un trabajo de compensación. A modo de comparación, si un/a atleta sólo entrena la fuerza concéntrica (mientras se contraen los músculos) e ignora la fuerza excéntrica (mientras se extienden los músculos) es propenso/a a lesionarse.
En el modo hacer, descartamos o censuramos las cosas que creemos que nos alejan de nuestra meta y nos enfocamos en las cosas que creemos que nos acercan a ella. O, en otras palabras, evitamos las cosas que no nos gustan y nos aferramos a las que sí, en función de nuestras expectativas. A menudo, ni siquiera somos conscientes de cómo estamos sesgando nuestra experiencia. Cuando activamos el modo ser, es muy probable que experimentemos cosas que no nos gusten y es fácil que se active el modo hacer de manera automática para buscar una solución a este “problema”. La práctica de Mindfulness ayuda a reconocer cuándo se activa el modo hacer y nos permite volver al modo ser con mayor facilidad. No importa cuantas veces se repita este proceso, en esto consiste el entrenamiento. De esta manera podemos potenciar el modo de ser.
En búsqueda de la felicidad
Se dice que la felicidad no la vas a encontrar fuera, sino dentro de ti. Si buscamos la felicidad en cosas externas, es inevitable que venga a la mente la pregunta “¿Por qué no estoy feliz?” y, con ella, todas las posibles causas de nuestra “infelicidad”. Esto sólo sirve para agravar nuestro sentimiento de descontento. Buscar dentro realmente quiere decir enfocar tu atención en lo que sientes en este momento en lugar de pensar sobre cómo te sientes. La habilidad de atender a todos los sentidos, sean agradables o desagradables, puede contribuir a mejorar el bienestar.
Hedonia versus eudaimonia
Si definimos la felicidad en términos de las sensaciones placenteras que nos proporcionan determinadas cosas, por ejemplo, conducir un coche de lujo o recibir un cumplido, caemos en la trampa de buscarla fuera, nos estaríamos acercando al hedonismo (del griego “hedonia“). Otra palabra griega para la felicidad es la eudaimonia, que se entiende como la prosperidad o el “florecimiento humano”. Si la felicidad fuera algo fácil de objetivar o medir, la buscaríamos como si fuese un objeto perdido. Tal vez, el “secreto de la felicidad” sea dejar de buscarla en ninguna parte y simplemente permitir que la consciencia sea la más amplia posible, recibiendo con apertura cada momento que la vida nos depara. La práctica de Mindfulness entrena la capacidad de expandir nuestra consciencia para englobar todos los elementos de nuestra experiencia, sean de nuestro agrado o no.