Si somos tan inteligentes, ¿por qué se dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra?
Para mi, el mejor invento de los últimos 20 años ha sido el GPS. Tengo un sentido de dirección pésimo, como cualquier persona de mi familia puede atestar. Aún cuando utilizo el GPS, he notado una tendencia a equivocarme en los mismos sitios. He observado que, a medida que me estoy acercando a uno de estos “puntos negros” de la carretera, suena una alarma interna: me empiezo a poner nervioso y aumenta mi estado de vigilancia. Hasta allí, bien. Lo que pasa es que no me gusta la sensación de estar nervioso. Surgen pensamientos y es fácil que me pierda en ellos. Pensamientos sobre todas aquellas veces en las que me he equivocado en el pasado. Pensamientos sobre las consecuencias negativas de volver a equivocarme otra vez. Pensamientos que me ponen más nervioso todavía y que distraen aún más mi atención de la decisión que me toca tomar. Y claro, vuelvo a cometer el mismo error.
Aunque es importante tener presente en la decisión lo que ha sucedido en el pasado y las posibles consecuencias, no tiene sentido entrar en un bucle de pensamientos, hasta tal punto de que lo que está pasando ahora se escape a nuestra atención. Practicando Mindfulness, podemos desarrollar un tipo de consciencia que es más amplia y que es capaz de contener todos estos elementos, cada uno en su justa medida.
La aversión fomenta la distracción
Si no nos gusta algo, una estrategia muy efectiva es desviar la atención, como cuando un médico le enseña a un niño un juguete antes de pincharle. El problema viene cuando la aversión se convierte en una respuesta habitual, porque ni siquiera nos damos cuenta cuando lo estamos haciendo y, por lo tanto, no somos conscientes de lo que estamos ignorando. La práctica de Mindfulness nos invita a permanecer con una experiencia desagradable un rato antes de desviar la atención a otra cosa, de manera consciente y no automática. Así podemos aprender a ser menos impulsivos y a ver con más claridad lo qué está pasando. También es posible aprender a observar nuestros propios pensamientos con más claridad y perspectiva. Sólo porqué pensamos que sería un desastre equivocarnos no quiere decir que vayamos a cometer un error. Con Mindfulness, es más fácil romper el bucle.
Atender para aprender
Es inevitable que cometamos errores, pero lo importante es aprender de ellos para que no vuelvan a pasar. ¿Cómo pretendemos aprender de nuestros errores si nuestra atención está ocupada con pensamientos?”
“¿Por qué me tenía que haber pasado esto a mí?”
“Ha sido culpa de…”
“¡Ahora se ha fastidiado el día entero!“
De nuestro paso por el colegio sabemos que no podemos aprender nada si no prestamos atención. No nos gusta equivocarnos, pero Mindfulness nos ayuda a estabilizar la atención y estar presente con todo lo que está pasando en momentos críticos. Nada de esto quiere decir que no analicemos las causas o las consecuencias. La clave es no llegar a conclusiones precipitadas sin haber hecho un balance de la situación. Es fácil decirlo, pero hacerlo requiere mucha práctica.
Tal vez, la propia práctica de Mindfulness nos ofrece la manera más sencilla de aprender de nuestros “errores”. Se trata sencillamente de darse cuenta de cuándo divaga la mente, tomando una breve nota de aquello que ha atrapado la atención, antes de volver a un objeto de foco, sin juzgar. De esta forma, las divagaciones no son “errores” y no hay “culpables” ni “consecuencias”. Cada vez que se nos va la mente, aprendemos algo y fortalecemos el músculo de la atención. Cada momento es una nueva oportunidad para empezar de nuevo.
Por cierto, ahora me equivoco menos a menudo en la carretera…
Genial sigue enviando todo esto para seguir recordando. GRACIAS
Muchas gracias Adela. Son comentarios como este que me motivan a seguir escribiendo. Un abrazo.