Escucha a tu cuerpo
“El señor Duffy vivía a cierta distancia de su cuerpo, observando sus propios actos con mirada furtiva y escéptica.”
James Joyce – Un Triste Caso (Dubliners, 1914)
Las revistas tipo “Runners World” no se cansan de enfatizar la importancia de escuchar al cuerpo pero, igual que ocurre al escuchar con atención a una persona con quien no estamos de acuerdo o que no nos gusta, escuchar al cuerpo es una habilidad que requiere práctica. En un curso de formación para ser instructor de Mindfulness, otro alumno me dijo “Cómo haces mucho deporte tendrás muy desarrollada la atención a las sensaciones corporales.” Le dije que, en mi caso, el deporte no me había ayudado a desarrollarla, sino todo lo contrario: tenía una tendencia a bloquear las sensaciones desagradables que me venían cuando iba a tope. Las veces que me lesioné fueron siempre una sorpresa, porque supongo que no era consciente del dolor hasta que era demasiado tarde.
El primer obstáculo para escuchar al cuerpo son los pensamientos. Si solo escuchas las palabras que dice una persona, pierdes mucha información no verbal – los gestos, las expresiones faciales, la entonación, etc. En lugar de conversar con el cuerpo a través de los pensamientos, la escucha de verdad se hace sintiendo directamente las sensaciones corporales que surgen en cada momento. Parece obvio, pero a mucha gente le cuesta distinguir entre pensar y sentir. También cuesta diferenciar entre los pensamientos sobre la experiencia directa y las capas adicionales de pensamientos, como los juicios sobre cuán buena o mala es la experiencia o los deseos de que ésta sea distinta.
Mente-cuerpo
El método científico reduccionista, que consiste en compartimentalizar un problema en pequeños sub-problemas de más fácil solución, es increíblemente potente pero, a la hora de recomponer el todo, se pierden las interacciones entre las partes. A veces conviene una visión más holística. La neurociencia ha avanzado mucho en el conocimiento de los mecanismos del cerebro, sin embargo, ahora los científicos están poniendo su atención cada vez más en las conexiones entre mente y cuerpo. Por ejemplo, se han descubierto neuronas fuera del cerebro – ¡el estómago tiene tantas neuronas como el cerebro de un gato! Será casualidad que hablamos de tener un nudo en el estómago cuando estamos estresados? No tiene por qué significar que pensemos con el estómago pero es posible que forme parte de nuestra conciencia.
Algo más grande que los pensamientos
Un hecho: es posible saber algo sin pensarlo. Cuando Descartes dijo “Pienso, luego existo” tal vez debiera haber dicho “Sé, luego existo”. Podemos saber que nos duele el dedo sin pensar “me duele el dedo” pero el pensamiento suele venirnos a la cabeza de manera tan inmediata que el saber y el pensar parecen un solo hecho mental. El peligro que tienen los pensamientos es que su contenido no siempre nos conviene ni tiene por qué ser necesariamente verdadero. Si confundimos el pensamiento con el hecho, nos puede conducir a comportamientos equivocados, como seguir corriendo de la misma manera hasta lesionar el pie.
La práctica de Mindfulness no sólo nos hace más conscientes de las sensaciones corporales, como vimos en la primera parte de este serie de artículos, pero también nos hace conscientes de los pensamientos, como si fuesen otro sentido más. Esta perspectiva nos permite tener más información objetiva para tomar decisiones más sabias.
¿Visualización o distracción?
En la práctica de Mindfulness, la intención es observar la experiencia tal como es, sin intentar cambiar nada. Sin embargo, hay algunas prácticas que involucran la visualización. En éstas, la idea es exactamente la misma – quedarse con la experiencia directa, qué notas, qué sientes, qué pensamientos surgen. La visualización resuena con partes del cerebro y provoca ciertas sensaciones, emociones y pensamientos.
En el deporte, está bien estudiado el efecto positivo de visualizar, por ejemplo, cruzar la línea de la meta con los brazo en alza, o bien imaginar la forma de correr del campeón olímpico de 10,000 metros, Mo Farrah, cuando entrenas. Timothy Noakes, un científico deportivo de la Universidad de Cape Town, ha propuesto el modelo del “Gobernador Central”. Antes de su tesis, se consideraba que el cuerpo medía los niveles de energía, el desgaste muscular, la temperatura corporal etc. y, en el momento de agotamiento, mandaba un mensaje de alerta al cerebro (es decir, la sensación de dolor). Pero esto no explicaba por qué el cuerpo nunca llegaba al agotamiento total: siempre se reservaba algo. La idea de Noakes es que el Gobernador Central se encarga de recibir mensajes del cuerpo sobre el estado de homeóstasis (la posibilidad de recuperar el equilibrio) además de otra información sobre el entorno, el nivel de motivación y la capacidad de realizar la tarea. Es tentador pensar, “¿Y si pudiéramos hackear el Gobernador Central y convencerlo de permitirnos rendir más?”. La mala noticia es que es tan poco susceptible a “sobornos” como cualquier otra parte del cuerpo. La buena noticia es que le influye nuestro nivel de motivación y, a través del entrenamiento, podemos demostrarle nuestra capacidad de rendir más. Cuánta más consciencia tenemos – no solo cuando estamos compitiendo, sino durante todos los entrenamientos – más información tiene disponible el Gobernador Central para dosificar el esfuerzo.
La visualización puede ayudar a traer al presente las motivaciones y capacidades que tenemos para hacer una determinada actividad, pero no sirve si intentamos engañarnos. En este caso no estamos hablando de visualización, sino de la evitación o la distracción. Puede ser muy efectivo, para adormecer un dolor, pensar en esa cerveza que vas a tomar después de la carrera, pero poco va a convencer al Gobernador Central de nuestro nivel de motivación. A veces, escuchamos música o incluso vemos la televisión cuando estamos entrenando, para evitar el aburrimiento. Se nos fortalecerán nuestros músculos – eso sí – pero, si no estamos prestando atención a lo que estamos haciendo, ¿cómo pretendemos que Gobernador Central internalice esas mejoras?
La práctica de Mindfulness nos proporciona herramientas para gestionar la incomodidad, el aburrimiento o el dolor que sentimos. Aunque puede parecer contra-intuitivo, en vez de distraernos, la invitación es prestar aún más atención en lo que nos molesta. No es fácil – por eso la necesidad de la práctica y el cultivo de actitudes apropiadas – pero está claro que solo podemos tener información sobre algo si estamos prestando atención a ello y, a veces, esa información cambia la situación. Mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca.
El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional
En los últimos kilómetros del Maratón de Madrid este año, recuerdo pensar “Me duele el pie. Esto sólo puede ir de mal en peor. Va a ser intolerable. Sería mejor que parara ahora.”. La conversación conmigo mismo podía haber seguido así, como en otras ocasiones: “No digas tonterías, no te duele el pie y no vas a parar.”. En lugar de gastar energía en discusiones fútiles, me di cuenta que, a pesar de que era verdad que me dolía el pie, en ese momento la molestia era soportable y no había riesgo de lesión. Además, comprendí que no era necesario vivir todo ese dolor futuro e imaginado en ese momento. Una parte del sufrimiento que experimentaba se debía al dolor, pero había otra parte que creaba yo mismo, por catastrofizar.
El padre occidental del Mindfulness, Jon Kabat-Zinn, trabajó con John Biglow en los años 80 – un remero del equipo olímpico estadounidense – que sufría de dolor crónico por una hernia discal. El libro “Vivir con plenitud la crisis” de Jon Kabat-Zinn cuenta que Biglow no podía remar más de 5 minutos seguidos antes de tener que descansar otros 3 minutos. Según Kabat-Zinn, fue capaz de rehabilitarse a través de un entrenamiento con mucho cuidado, utilizando el conocimiento de sus propios límites. Ganó fama por su habilidad para gestionar el dolor intenso.
Resumen: ¿cómo puede ayudar Mindfulness con el deporte?
Como hemos visto en esta serie de artículos, hay varios beneficios que Mindfulness trae al mundo de deporte:
- Los beneficios más obvios son una mayor capacidad de foco y una conciencia plena de lo que está pasando alrededor.
- Practicar un deporte con atención plena (Mindfully) también puede afectar a la experiencia y es posible sentir mayor facilidad, más control y más disfrute.
- La atención a las sensaciones corporales puede ayudarnos a evitar las lesiones y el burnout (el sobreentrenamiento).
- Siendo consciente de los pensamientos, es posible calmar los más obsesivos y gestionar de manera más eficaz las emociones, especialmente en situaciones tensas, como en deportes de equipo.
- Si tenemos consciencia de nuestras reacciones, nuestros juicios y nuestros deseos, podemos reducir el sufrimiento y gestionar el dolor de otra manera.
- Por último, es posible que nuestros movimientos sean más eficaces, que gastemos menos energía y que rindamos mejor.
Tenemos que tener cuidado de no instrumentalizar nuestra práctica de Mindfulness – es decir convertirla en algo que hacemos para conseguir un fin. El problema con este enfoque es que probablemente empecemos a comparar la situación actual con cómo queremos que sea y que, antes de que nos demos cuenta, estemos perdidos en nuestros pensamientos de nuevo.
Como cualquier deporte, el concepto de Mindfulness es muy sencillo; la práctica es sorprendentemente difícil. No se puede aprender a jugar al tenis leyendo un libro y, para jugarlo bien, es recomendable buscar un buen coach. Lo mismo ocurre en el caso de practicar Mindfulness.
Un comentario sobre “Practicar Deportes con Mindfulness – segunda parte”