¿Has mirado donde lo dejaste?
A veces no “encontramos el tiempo” para hacer algo, cómo si el tiempo fuera algo completamente fuera de nuestro control. Hasta un punto es cierto. El tiempo pasa, pase lo que pase. Sin embargo, lo que hacemos en cada momento de tiempo es algo que podemos decidir conscientemente, si estamos mentalmente presentes en ese momento. No podemos gestionar el tiempo per se, pero sí podemos gestionar nuestra energía: cuánto más energía tenemos, más podemos hacer en un espacio de tiempo determinado.
Una pérdida de tiempo… ¿o una pérdida de energía?
El tiempo de que disponemos es limitado y, si lo “gastamos” en algo, no podemos gastarlo en otra cosa. Este enfoque nos conduce al propósito de aprovechar cada momento de tiempo al máximo. ¿Qué puede tener eso de malo?
Si ponemos el foco en no malgastar el tiempo y alguien obstaculiza este propósito (por ejemplo, estar en un atasco), nos puede provocar sensaciones de frustración e ira. Si el obstáculo no lo podemos quitar, enfadarnos no nos sirve de nada: por no querer malgastar el tiempo, acabamos malgastando nuestra energía. Intentar optimizar o planificar “nuestro” tiempo no tiene nada de malo en sí. Pero si pasamos demasiado tiempo pensando en el futuro, especialmente en circunstancias fuera de nuestro control, acabamos ignorando el momento presente, que es el único momento en que podemos tomar una decisión.
Me acuerdo de una vez, hace muchos años, cuando había quedado para comer con la que entonces era mi novia, ahora mi mujer. Me empecé a impacientar en la cola del restaurante porque tener que esperar de pie nuestro turno para comer me parecía una pérdida de tiempo. Me preguntó ella entonces que por qué habíamos quedado, si el propósito era disfrutar de la compañía del otro, ya estábamos juntos en la cola. El objetivo de comer con mi novia me impedía disfrutar de mi verdadero objetivo que era simplemente estar con ella.
En lugar de pensar en términos de gastar tiempo, podemos pensar en cómo gastamos nuestra energía. Sólo podemos gastar energía en el momento presente, incluso si estamos dedicando energía para planificar un evento futuro.
La conservación de energía es una falacia
A veces pensamos en nuestra energía como si fuera el depósito de un coche: es un recurso limitado y cualquier actividad que hagamos consume nuestro “combustible”. Sin embargo, ¿alguna vez has tenido la experiencia de hacer algo – por ejemplo, ir a pasear, correr, etc. – y sentir después con más energía que la que tenías antes? Incluso cuando no tenemos ganas de hacer nada y emprender cualquier actividad requiere mucha energía motivacional, es posible que nos sintamos más “energizados” después. Para satisfacer las leyes de conservación de energía, tendría que existir una fuente externa de energía, pero está claro que la energía de la que hablamos es puramente interna.
¿Cuáles son las actividades que nos “dan” energía? Pueden ser cosas que nuestros organismos necesitan hacer – comer, hablar, sentirnos amados, movernos… Si no prestamos atención a cómo estamos en un momento dado, difícilmente podemos ser conscientes de lo que realmente necesitamos. Tal vez lo que necesitamos no sea lo que creíamos necesitar. ¿Es posible sentir la energía derivada de una actividad, si no estamos prestando atención mientras la hacemos? Piensa en ejemplos de tu propia experiencia.
Tareas desgastantes
Todos tenemos que hacer cosas que nos “restan” energía. Un ejemplo que me viene a la mente es tener que hacer la declaración de la renta. Es cierto que es tedioso, pero he notado, en mi caso, que el pensamiento de que lo tengo que hacer me resta más energía que el acto de hacerlo en sí. Además, el pensamiento puede ocurrir miles de veces durante las semanas antes de la fecha de entrega, mientras que sólo tengo que rellenar el formulario una vez (afortunadamente). En mi caso, el chute de energía que siento por la satisfacción de haberlo logrado, supera el coste energético de arrancar.
Cuando tenemos que hacer algo que nos desagrada, tendemos a distraernos para que el “tiempo vaya más rápido”. El tiempo psicológico es algo curioso: el tiempo vuela cuando uno se divierte. Cuando nos divertimos, ¿estamos distraídos o estamos prestando atención?
Si no podemos evitar emprender una tarea desgastante, sí que podemos estar atentos al desagrado que sentimos por hacerla y a nuestras reacciones que surgen como consecuencia. ¿Qué sentido tiene gastar energía en luchar contra hacer algo que tenemos que hacer o sí o sí? No es fácil mantener la atención en algo desagradable, pero la práctica de Mindfulness nos ayuda a mejorar nuestra capacidad de hacerlo. Si quieres, como un experimento, puedes probar a prestar atención deliberadamente a una tarea que consideras desgastante o desagradable y ver si notas algún cambio en tu experiencia.
Tanto las tareas que nos dan energía como las que nos desgastan son un foco muy importante del curso de MBCT, especialmente en la séptima semana cuando investigamos la pregunta: ¿Cómo puedo cuidar de mí mismo/a?
Me siento “plof”
¿Cuándo estás agotado/a, qué sueles hacer? A veces estamos mentalmente cansados por darle demasiado al “coco” y conviene hacer algo que no requiere pensar. Y a veces estamos físicamente cansados y conviene quedarnos quietos un rato. Es fácil confundir las dos sensaciones y hacer algo que no requiere ni pensar ni moverse (por ejemplo, ver la tele). Puede que estemos mentalmente y físicamente agotados, en cuyo caso tal vez no sea mala opción. La cuestión es si nos hace sentir mejor.
Cuando nos encontramos en un estado bajo de ánimo, nos falta energía para hacer una actividad que nos pueda dar energía. Es más, si estamos estresados, lo primero que tendemos a hacer es prescindir de las actividades supuestamente “no necesarias”. Estas actividades nos pueden parecer superfluas, porque no responden a nuestro objetivo más urgente, pero pueden ser igualmente importantes para mantener nuestros niveles de energía.
Para romper el ciclo negativo y entrar en un ciclo virtuoso de motivación -> intención -> acción -> beneficio -> motivación, podemos entrar directamente con la acción. A pesar de lo poco que nos pueda apetecer, obligarnos a hacer algo que nos da energía de vez en cuando es bastante sano. Para ello, tenemos que tener consciencia de nuestras necesidades en el momento y haber identificado las actividades que nos resultan energizantes.
Practicar Mindfulness
Hemos visto que, más que gestionar nuestro tiempo, la cuestión es gestionar nuestra energía y la clave es prestar atención en lo que estamos haciendo y cómo.
La atención es como un músculo que se atrofia con el desuso, pero que también se puede entrenar. El entrenamiento es la práctica de Mindfulness y, como cualquier entrenamiento, requiere tiempo y constancia. La neurociencia ha podido medir cambios fisiológicos en el cerebro con tan sólo 8 semanas de práctica diaria. Por desgracia, las personas que más podrían beneficiarse de la prácticas, muchas veces son las mismas que perciben que no tienen el tiempo para hacerlo. Al principio, ponerse a hacer ejercicio físico le puede costar más a una persona con sobrepeso, pero poco a poco entra en un ciclo virtuoso.
Hay casos de personas que literalmente no tienen horas en el día para hacer otra cosa. Habría que ver cuán sostenible es esa situación. Aún si no tienes la posibilidad de reservar un tiempo para sólo practicar Mindfulness, hay maneras de practicarlo mientras haces otra cosa. De hecho, la intención es hacer todo que hacemos “mindfully“, pero la realidad es que no es nada fácil. Por eso la importancia de practicar en condiciones sencillas: aprendemos a montar en bici con ruedines.
En mi caso, tuve la gran fortuna de ganar tiempo “gratis” para y por practicar Mindfulness. Al darme cuenta de la cantidad de energía que empleaba en causas no fructíferas, fui capaz de reducir el gasto. Por ejemplo, aprendí a no preocuparme ni luchar cuando no podía dormir, porque esto sólo servía para cansarme más. El hecho es que necesito menos horas de sueño ahora – lo que me libera más que suficiente tiempo para mi práctica diaria de Mindfulness. La única explicación que se me ocurre es que el ahorro de energía por practicar Mindfulness hace que necesite menos horas de sueño.
Una paradoja de tiempo
Para activar el ciclo virtuoso e instalar un nuevo hábito, tenemos que planificarlo. Lo mismo pasa con Mindfulness. Pero Mindfulness nos enseña la importancia de atender a lo que nos convenga hacer en cada momento. Si “hacemos Mindfulness” como si fuese una pastilla que tomamos para sentirnos mejor, esto puede convertirse en un obstáculo a la propia práctica: los pensamientos sobre el objetivo de la práctica y lo bien (o mal) que lo estamos haciendo pueden distraernos, mermando nuestra atención en el momento presente.
Al principio, nos tenemos que imponer la práctica con una cierta fuerza de voluntad, pero con el paso de tiempo, la atención a nuestras propias necesidades hará que incorporemos Mindfulness de forma totalmente natural en nuestro día a día, como comer cuando tenemos hambre o dar un paseo en un día soleado.
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